Mi nueva novela, El Indiano, ya a la venta en Amazon

El Indiano, María Montesinos
¿A que es preciosa?

Se ha hecho esperar por mil razones pero todo llega a su tiempo y se pone en su sitio.  El Indiano, mi nueva novela, ya está aquí. Una historia de amor con trasfondo histórico ambientada en Santander a finales del siglo XIX, que empezó a resonar en mi cabeza con insistencia a raíz de una visita a Comillas.

Me pensé mucho si escribirla porque la histórica me imponía bastante respeto y no me veía yo en ese género, pero también es cierto que me gusta retarme a mí misma. ¿Por qué no iba yo a escribir una novela de amor histórica? Pues eso.

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Cruzarnos de nuevo

Aunque la noche, conmigo,
no la duermas ya,
sólo el azar nos dirá
si es definitivo.

Jaime Gil de Biedma (Moralidades)

aeropuertobjaEsa mañana vi amanecer en el aeropuerto. Lo recuerdo bien, aquel cielo degradado en lila que capté con mi móvil. Pero cuando me bajé del taxi con mi maleta a cuestas, todavía era de noche en Madrid, y la Terminal 4 parecía una estación espacial en la que nos deslizábamos somnolientos –y trajeados, eso sí–, por pasillos interminables mirando al infinito. El infinito, muchas veces, adopta formas extrañas ante nuestros ojos: complicadas gráficas, objetivos que cumplir, una lista de aspiraciones truncadas o las curvas de un cuerpo amado abandonado entre las sábanas. Nunca se sabe, realmente. Los aeropuertos tienen eso; provocan en nosotros un cosquilleo de desasosiego incómodo; una incertidumbre extraña.
El altavoz de la terminal anunció la última llamada para el señor x y la señora z en su vuelo a Lisboa, próximo a despegar. Paseé la vista por las personas sentadas a mi alrededor, la mayoría absortas en sus móviles; sólo alguno dormitaba.

—¿Olivia? ¿Oli? –Me giré al oír mi nombre al tiempo que mi corazón daba un vuelco. Reconocería su voz hasta debajo del agua.

Siempre supe que algún día nos volveríamos a cruzar, así, por casualidad. En el lugar más inesperado –al volver una esquina, o en un puente colgante en la jungla, o en un café de Nueva York–, daba igual. Nos miraríamos a los ojos en silencio y nos reconoceríamos de nuevo, yo en él y él en mí. Y quizás entonces, ese sí fuera nuestro momento, al cabo de tantos años. Nos fundiríamos en un abrazo sin palabras en el que aspiraría hondo el olor que siempre me devuelve a su recuerdo, como si hubiera regresado a casa.

paisajenevado_bajaAl menos, así lo soñé durante los dos años que tardé en olvidarle.

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