¿Qué espero de 2021?
Cuando has perdido lo que jamás imaginabas perder, lo único que deseas es recuperar lo perdido. ¿Qué espero yo de 2021? Todo y Nada. Y entre medias, ya veremos.
Cuando has perdido lo que jamás imaginabas perder, lo único que deseas es recuperar lo perdido. ¿Qué espero yo de 2021? Todo y Nada. Y entre medias, ya veremos.
Más allá de la premisa básica de aspirar a la igualdad entre hombres y mujeres, ¿con qué feminismo me identifico yo? ¿Tiene sentido definir mi feminismo a título individual?
Tienen algo diferente, especial. Una cierta forma de expresarse, de leer, de mirar o de vivir, que comparten en sus cuentas de Instagram para disfrute e inspiración de los demás.
De pronto, una novela te pone ante una cierta forma de maternidad y pienso en mi experiencia, un tanto a ciegas, sin más referentes que los de mis propios padres y el deseo de hacerlo bien, aunque no siempre acierte.
La cosa es grave, me temo. Me he dado cuenta de que soy una descreída. Vamos, que ya no me creo nada. O casi nada (todavía tengo esperanza). ¿En qué o quién confiar? ¿A quién dar credibilidad?
Si esperamos ramos de rosas cada aniversario o veladas nocturnas a la luz de las velas y bajo los violines, no, quizá no sea tan fácil encontrar hombres románticos. Pero si nos fijamos en el día a día, en esos pequeños detalles tiernos que nos demuestran que están atentos a nuestras necesidades, hay muchos más de los que nos imaginamos. Y tal vez, uno de ellos duerma a tu lado.
Día de celebración, de reivindicación, de unión también, entre mujeres y entre hombres y mujeres. El feminismo es igualdad, pero esa definición debe traducirse en política. Y ahí es donde entran los discursos partidistas que dividen. Este 8 de marzo, además, os presento “Todas contamos” una antología de relatos donde diez autoras, una poeta y una ilustradora hemos colaborado para dar visibilidad a la realidad de tantas mujeres invisibles.
Me preguntaba yo estos días que qué vamos a celebrar nosotros, que lo tenemos todo celebrado, enamoramientos, luna de miel, bodas, bautizos y comuniones, amén de altibajos varios. Después de 20 años de matrimonio, ¿qué nos vamos a contar nuevo que no sepamos? ¿Para qué necesitamos nosotros un San Valentín?
Mis arranques de año son lentos, un poco contemplativos. Brujelo por aquí, por allá. Dudo, luego leo. De todo un poco, como si necesitara realimentarme. O inspirarme, no sé. Después ya me centro y me pongo con los propósitos marcados. Últimamente, me tienta redactar un pequeño manifiesto personal (y privado). Algo así como un qué soy, en qué creo profundamente, qué me mueve, qué quiero hacer y cómo quiero vivir aquello en lo que creo. Casi nada.
Decimos adiós a 2018 y nos abrazaremos al 2019, un número que a mí me suena a misterio: el regalo de la vida envuelto en el misterio de vivirla. No sabemos lo que vendrá, pero sí lo que ha dado de sí un año que ya no será un número, sino que tendrá su nombre especial ligado a un montón de recuerdos que repaso aquí, a modo de brindis de despedida.