A finales de julio me fui de aquí sin avisar, sin despedirme. Fatal. No fue algo premeditado, pensé que durante agosto encontraría momentos para escribir en el blog, al menos un par de posts, pero no. Me rendí a la pereza de las vacaciones, a los no-planes, a aceptar la lentitud desesperante del wifi en el rincón de la sierra donde nos perdimos.
Este verano no puedo decir que haya conseguido desconectar del todo ya que debido al Concurso indie de Amazon al que he presentado El mapa de mi piel, debía estar en redes promocionándolo día sí, día también, pero he hecho lo que he podido. Para mí las vacaciones son una época de reflexión, “reseteo” y recuperación de energías de cara al nuevo curso.
Me llevo mi libreta, busco mis rincones o mis momentos a solas, y apunto lo que quisiera hacer los próximos meses, lo que me gustaría lograr a nivel personal y profesional, lo que debo mejorar. Apunto cientos de ideas, buenas, malas, flipantes. Idas de olla también, que soy muy de eso yo. Cuando las releo, me pregunto en qué estaría pensando (y no, no consumo psicotrópicos).
Ese ejercicio también lo hago en enero, pero yo soy más de septiembre porque las vacaciones de verano me limpian mucho por dentro. O quizás es esa sensación de desprenderse de ropa, de cosas, de obligaciones y responsabilidades, la que me estimula tanto. El contacto con el sol eléctrico, el agua fresca, la naturaleza, con placeres tranquilos, con experiencias nuevas o conocidas, tan familiares que te dejas ir sin más. La vida lenta y el pensamiento relajado que me invade antes de regresar al ajetreo cotidiano de Madrid.
Siempre me han gustado los comienzos. En todo: empezar una libreta nueva; empezar una historia; empezar un nuevo proyecto o una tarea. Por eso me gusta septiembre. Es un mes de renovación en todos los sentidos. Y para mí, es una nueva oportunidad para arrancar con buen pie lo que me propongo. Antes me costaba un mundo regresar, pero desde que hago lo que más me gusta, me excita (y asusta) todo lo que tengo por delante para los próximos meses, que es mucho porque cuando eres una escritora “indie” o independiente, debes desdoblarte en mil tareas en las que no tienes el soporte de una editorial: elección de portada, maquetación del libro para publicarlo en papel, promoción en redes sociales y en el mundo real, distribución en librerías que no te conocen de nada, creación de materiales para la difusión, etcétera, etcétera… y al mismo tiempo, continuar escribiendo, escribiendo, escribiendo.
Así que vuelvo de nuevo, con ganas. Y vuestros regresos… ¿cómo son?
¡Feliz rentrée!
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Ole tú!
Para mí septiembre y octubre tienen olor a libros nuevos, café y hierba mojada por sus constantes lluvias. Es decir, me encantan!
También puedo decir que estas vacaciones me han ayudado a limpiar el polvo que se estaba acumulando en mi cabeza para colocar nuevas figuras, lugares y sucesos que me motivan muchísimo.
Un abrazo, María! <3
Cada momento tiene sus cosas buenas (si las sabemos ver) ¿verdad? El veranito ayuda a respirar, limpiar y reencontrarse; septiembre-octubre es momento de renovación y luego vendrá el invierno, con sus tardes de café y manta, tan guays…
Muchas gracias por pasarte por aquí, Ely!
Para mí septiembre es, también, el mes de los comienzos, de los proyectos, de los deseos y de las ilusiones. Y este año más que nunca, tras unos duros meses.
Pues si los últimos meses han sido malos, no hay nada como un buen septiembre renovador, por dentro y por fuera… A por ello, Beatriz! Muchas gracias por pasarte por aquí!
Muchas gracias, María. Aún queda camino por recorrer, pero lo veo con optimismo. Por cierto que acabo de comprar hace menos de cinco minutos “El mapa de mi piel”. Será mi próxima lectura cuando termine la actual. He oído hablar muy bien de tu novela 🙂
Ooohh! Qué bien! Me encantará saber qué te parece cuando la termines… Ojalá te guste!