Cáncer de mama, la lucha de todas y de todos

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Hoy es el Día Mundial contra el Cáncer de Mama. El día del lazo rosa, convertido en estandarte femenino y curvilíneo de esta lucha. Como todas estas efemérides, tiene sus luces y sus sombras. Es excusa para las campañas de márketing social –algunas más oportunistas que otras, algunas más acertadas que otras–, para gestos exagerados, pero también para concienciar de verdad, movilizarnos y hacer más visible la lucha contra esta enfermedad. Todo es bueno y necesario. Sobre todo, es un día para vocear aquello que deberíamos interiorizar todos como «mantras»:

  • La prevención y el diagnóstico precoz es vida. Y esto es responsabilidad nuestra, de las mujeres.
  • La esperanza de vida con el cáncer de mama aumenta año tras año. Los logros de la investigación ha conseguido que haya cada vez menos casos, mejores tratamientos, más personalizados.
  • La forma más útil de colaborar contra el cáncer de mama es haciendo donaciones que contribuyan a la investigación.

Cuando le daba vueltas a la historia de Celia de «El mapa de mi piel», mi idea de la enfermedad era muy superficial. Mi madre lo había padecido hacía 25 años, demasiado tiempo para acordarme con detalle.  Y en aquel momento, no se hablaba tanto de ello, era casi vergonzoso, y daba mucho miedo. Empecé a documentarme, a leer y conocer lo que hace  la AECCGEPAC (Grupo Español de pacientes con cáncer), a hablar con diversas personas —oncólogos, psicooncólogas—, a intentar entender todo lo que pasa por esas mujeres y sus familias antes, durante y después del tratamiento. He aprendido muchísimo de lo que supone esta enfermedad en la vida de las mujeres.

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