Hace tiempo leí un artículo escrito por una mujer madura sobre las 11 cosas deseables en un hombre cuando ya has superado hace bastante tiempo la ceguera de los 20 años y tienes la suficiente experiencia como para tener un criterio más asentado. Lo tenía guardado como “inspiración” para escribir mi propia lista de las cosas que a mí me gustan en un hombre ahora que yo también he llegado a los cuarenta y tantos (a propósito de mi anterior post de la semana pasada sobre los protagonistas de las novelas románticas).
Sin embargo, cuando terminé de releerlo hace un par de días con el fin de empezar a escribir mi post, lo único que pude decir es: Amén. No puedo añadir ni quitar una coma de las cualidades que incluye esta lista, tan claramente explicadas. Suscribo cada una de ellas, y por más que lo pienso, no se me ocurre nada más que añadir, así que lo único que puedo hacer es transcribirlas aquí:
“Cuando ves a un hombre, ¿en qué te fijas primero?
Estuve un momento pensándolo. ¿En los ojos? ¿El pelo? ¿La sonrisa? ¿Los hombros? No, ninguna de estas respuestas me encajaba. Cuando era más joven, me solían gustar los hombres altos, delgados y con el pelo oscuro. Pero ahora, a mis 52 años, no tengo un tipo de hombre concreto. Al menos, no un tipo de físico. Me atraen los hombres con una sensualidad palpable. Pero, entonces, me pregunté: ¿qué es lo que da a un hombre ese atractivo que se percibe cuando pasa?”
1. Fuerza. No me refiero a cuánto peso puede levantar tumbado, aunque unos buenos pectorales no hacen daño. Me refiero a la fortaleza interior. Una fuerza arraigada en un hombre que sabe quién es. No hay nada más sexy que un hombre con los pies en el suelo, consciente de los impulsos y la rabia que pueden haberle descarrilado de joven, y con una seguridad en sí mismo que expresa, sin arrogancia, que no tiene nada que demostrar.
2. Vulnerabilidad. Un hombre no puede ser fuerte si no es también vulnerable. Esto significa que es capaz de contarte lo que quiere, lo que teme, la forma en que le haces sentir, lo que ha cambiado, lo que ha superado, lo que puede con él. Sin transparencia, no hay verdadera intimidad, ese ingrediente que hace que el sexo siga siendo sensual cuando empieza a disiparse el subidón inicial de deseo.